Con la creación de seis nuevos cardenales, Benedicto XVI «purifica» las jerarquías y traza el perfil de su sucesor: extra-europeo y pastor de comunidades perseguidas

La Plaza San Pedro estaba llena de fieles que provenían de países emergentes: una profecía de la Iglesia "global" para el tercer milenio. Con este mini-consistorio, Benedicto XVI indicó hoy el camino para salir del escándalo de los "vatileaks", "purificó" las jerarquías eclesiásticas manchadas por el escándalo, trazó el perfil de su sucesor (no europeo y pastor de comunidades perseguidas). Es decir, el Papa renovó la cúpula y cambió el rostro de su "senado". La Iglesia católica «es católica porque Cristo abraza en su misión de salvación a toda la humanidad» y el mesianismo cristiano indica «una misión hacia todo el hombre y todos los hombres, superando todo particularismo étnico, nacional y religioso», explicó el Pontífice durante la homilía del Consistorio para la creación de seis nuevos cardenales, los que son sus principales colaboradores en el gobierno de la Iglesia. Siguiendo el ejemplo de Jesús, indicó Benedicto XVI, «se entra en este nuevo reino, que la Iglesia anuncia y anticipa, y que vence la fragmentación y la dispersión, dejándose atraer dentro de su humanidad, y por tanto en la comunión con Dios». El colegio cardenalicio, subrayó el Papa, "muestra una variedad de rostros, en cuanto expresa el rostro de la Iglesia universal. A través de este Consistorio, deseo destacar de manera particular que la Iglesia es la Iglesia de todos los pueblos, y se expresa por tanto en las diversas culturas de los distintos continentes". Es la Iglesia de Pentecostés, que "en la polifonía de las voces eleva un canto único y armonioso al Dios vivo". El papa explicó que "en los comienzos del camino de la Iglesia, los Apóstoles y los discípulos se ponen en marcha sin ninguna seguridad humana, sino con la sola fuerza del Espíritu Santo, del Evangelio y de la fe. Es el fermento que se esparce por mundo, entra en las diversas coyunturas y en los múltiples contextos culturales y sociales, pero que sigue siendo una única Iglesia. En torno a los Apóstoles florecen las comunidades cristianas, pero éstas son «la» Iglesia, que tanto en Jerusalén como en Antioquía o Roma, es siempre la misma, una y universal. Y cuando los Apóstoles hablan de la Iglesia, no se refieren a su propia comunidad: hablan de la Iglesia de Cristo, e insisten en esta identidad única, universal y total de la Catholica, que se realiza en cada Iglesia local. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica; refleja en sí misma la fuente de su vida y de su camino: la unidad y la comunión de la Trinidad". El rito para la creación de nuevos cardenales, explicó el Pontífice, «expresa el valor supremo de la fidelidad. En efecto, en el juramento que haréis dentro de poco, venerados hermanos, están escritas palabras cargadas de un profundo significado espiritual y eclesial: "Prometo y juro permanecer, ahora y por siempre hasta el final de mi vida, fiel a Cristo y a su Evangelio, constantemente obediente a la Santa Iglesia Apostólica Romana". Y, al recibir la birreta roja, oiréis cómo se os recuerda que ésta indica "que debéis estar preparados para comportaros con fortaleza, hasta el derramamiento de la sangre, por el incremento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del Pueblo de Dios". A su vez, la entrega del anillo está acompañada de una advertencia: "Has de saber que, con el amor al Príncipe de los Apóstoles, se refuerza tu amor a la Iglesia"». Los cardenales que el Papa creó durante el Consistorio de hoy provienen de los Estados Unidos, de la República Libanesa, de la India, de Nigeria y de Colombia. Se trata de James Michael Harvey, actual prefecto de la Casa Pontificia (de 63 años); Béchara Boutros Rai, patriarca de los Maronitas (de 72 años); Baselios Cleemis Thottunkal, arzobispo mayor de Trivandrum de los siro-malankares (de 53 años); John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (que cumple 69 años en enero); Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá (de 70 años); y Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila (de 55 años).
Los seis nuevos  pururados pronunciaron el juramento y recibieron de las manos del Papa el birrete rojo. También recibieron el anillo y el "título", es decir, la indicación de la Iglesia de Roma que les corresponde. Este fue el momento principal del rito en la Basílica de San Pedro, en este quinto Consistorio del Papa Ratzinger, a pocos meses del pasado que se llevó a cabo en febrero de este año. Después, el abrazo entre los viejos y los nuevos cardenales, mientras que en la Basílica se iba difundiendo el sonido del órgano. Algunos aplausos de las delegaciones nacionales y una lágrima del neo-cardenal Luis Antonio Tagle. El Papa había explicado personalmente el sentido de los gestos que se cumplen en este rito de la Iglesia, y subrayó el renovado vínculo de "fidelidad". "Prometo y juro -son las palabras que pronunció cada uno de los purpurados- permanecer, ahora y por siempre hasta el final de mi vida, fiel a Cristo y a su Evangelio, constantemente obediente a la Santa Iglesia Apostólica Romana". A cada uno de ellos se les dijo que "debéis estar preparados para comportaros con fortaleza, hasta el derramamiento de la sangre, por el incremento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del Pueblo de Dios". Durante la entrega del anillo, cada nuevo cardenal escuchó la amonición tradicional del rito: "Has de saber que, con el amor al Príncipe de los Apóstoles, se refuerza tu amor a la Iglesia".

GIACOMO GALEAZZI
CIUDAD DEL VATICANO
Las lágrimas del cardenal filipino, las monjas nigerianas rezando con las manos hacia el cielo, los peregrinos hindúes arrodillados alrededor del obelisco con el rosario en el puño. Emociones y fragmentos de un día especial, sin precedentes en la historia. Por primera vez se dio una «horneada» de purpurados sin religiosos europeos.